‘Poner el hombro’

Cuando a menudo me preguntan en mi entorno ‘original’ -familia, amistades- sobre mi actividad profesional, me resulta bastante complicado resumirlo en breves palabras y me lanzo por derroteros que por lo general no hacen sino enredar más la madeja y por lo tanto crear más confusión. Fruto de ello, es decir, de mi incapacidad para poner un título descriptivo y comprensible a mi trabajo, a ojos de mis interlocutores, resulta que las interpretaciones que escucho posteriormente son realmente curiosas. Nadie llega tan siquiera a pegar en el poste, el balón siempre sale despedido a la grada.
No ejerzo de psicólogo, pero entre otras muchas aptitudes para las que, parece ser, estamos dotados es la de ejercer de tales, ‘poner el hombro’, escuchar, dar cariño e intentar aportar alguna clave para resolver problemas puntuales sobre circunstancias ajenas a nuestro ejercicio de asesores de comunicación, que es realmente a lo que nos dedicamos y por lo que nos pagan.

Esta mañana he tenido una grata experiencia al respecto. Había sido convocado a una reunión/encuentro por una persona que trabaja en una entidad que contrata nuestros servicios de asesores de comunicación. Nuestra interpretación inmediata es la de que ésta cuenta con alguna novedad que puede resultar interesante en términos de comunicación y proyección pública, o tiene alguna necesidad también en este mismo ámbito. Sin embargo, una hora y media después, he salido con la sensación de que lo que tocaba era ‘poner el hombro’, escuchar sus reflexiones y compartir con él su preocupación por el devenir de los acontecimientos en su entidad, aspecto que provoca en él y su entorno más inmediato, incertidumbre, malestar, etc.

No tengo ‘tema’, es decir, no he salido con ningún proyecto concreto que pueda permitirne a final de año presentar a mi cliente unas credenciales bonitas que justifiquen su inversión. Y además el cliente en cuestión ni siquiera sabe que he dedicado una hora y media a ‘trabajar’ en su entidad con uno de sus profesionales.


La conversación ha sido muy agradable, un encuentro de esos que te dejan buena sensación por la talla humana del interlocutor y por la buena sensación que te deja que una persona con la que no tienes especial relación deposite en ti la confianza suficiente para compartitr sus preocupaciones e inquietudes. Pero, claro, no puede ser que uno en esos casos adopte la actitud displicente, de mera escucha y de asentimiento de todo lo que le cuentan. Uno debe buscar en su mochila argumentos basados en experiencias similares para intentar aportar algo a la conversación… y empezar a jercer de ‘psicólogo’.

El resúmen ha sido: problemas, el jefe lo hace mal, muy mal, sensación generalizada de malestar, estupor, atmósfera enrarecida…, los trabajadores -aparentemente- una piña, todos de acuerdo en el diagnóstico. Pregunta del psicólogo: ¿qué hacéis o estáis dispuestos a hacer para cambiar el sentido de las cosas? ¿Se puede hacer algo más allá de acomodarse en la crítica fácil?

Es decir, ¿hacemos autocrítica sobre nuestra parte de responsabilidad en el problema y nuestra parte de responsabilidad en la no solución del problema? ¿Hacemos realmente autocrítica antes de proceder a la crítica? ¿Podemos hacer algo para, desde una perspectiva inteligente, constructiva, seamos capaces de persuadir a nuestro interlocutor-jefe?

Y con estas preguntas uno no trata nunca de defender ni justicar el mal trabajo y la mala gestión de un responsable o director, simplemente intentas entender la complejidad de las situaciones, de los problemas y de la resolución de los mismos.

Pues eso, y nos dedicamos a la gestión de la comunicación.

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