“¡Ya tu sabe!”


Hace unos días un buen amigo que he conocido recientemente en Cuba y que reside en Barcelona, me pedía que escribiera un post para un blog suyo para que explicara el motivo por el que yo había decidido poner mi granito de arena, una pequeña aportación económica, y convertirme en definitiva en uno de sus ‘mecenas’ para un proyecto de investigación que él pretendía llevar a cabo en el Parque de Collserolla en Barcelona, denominado «Biodiversidad Insecta Collserolla». Este amigo biólogo-escalador-soñador y muy buena gente, ha transitado pasillos nuevos y novedosos para la búsqueda de financiación, y participa en un proyecto llamado The #SciFund Challenge, que apuesta por buscar recursos económicos a través del fenómeno conocido como crowdfunding.

Bueno, el post que le remití es este que adjunto a continuación, bajo el título: «¡Ya tu sabe!»:

La ciencia es tozuda porque no para de abrir nuevos interrogantes. Algunos ponen todo su esfuerzo a disposición de la sociedad para intentar responder a dichas preguntas, sea en la disciplina que fuere, sabedores de que la conclusión de su trabajo no será el final del trayecto sino que se presentará con un nuevo signo de interrogación, y vuelta a empezar.

No es fácil interpretar la motivación que subyace a los impulsos que mueven a una persona a hacer algo. No cabe duda de que todo impulso esconde un significado. La decisión de contribuir humildemente, de una forma muy limitada e insuficiente, a que un buen amigo pueda construir los cimientos de un proyecto ilusionante es fruto de un impulso que no busca sino dar un pequeño empujón, compartir una ilusión, sumarte a un proyecto de una persona inquieta que ha decidido compartirlo con el mundo, con su gente, con las personas que todavía puedan tener un ápice de esperanza por construir algo diferente, algo que sea un poco mejor que lo que tenemos, que lo que vivimos, que lo que padecemos.

Detrás de ese impulso personal de quien suscribe estas líneas, hay una secuencia de imágenes, entrañables, cautivadoras, desgarradoras algunas: hay una lágrima que no se resiste, un sollozo por el dolor provocado por una escena aterradora contemplada desde la ventana de un vehículo, una realidad oculta y ocultada que acontece en el país que te engendró, en tu tierra madre –‘ama lurra’ dirían en mi tierra-, una imagen que rompe para siempre algo en tu interior…

Hay una mirada agradecida silenciosa, contenida, porque un desconocido al volante del vehículo en el que viajas decide hacer una breve escala en una localidad cualquiera de su ruta, que hubiera pasado desapercibida totalmente en su itinerario, porque intuye que ese punto es especial para uno de sus compañeros de viaje, igual de desconocido todavía, porque intuye que si no para en ese momento y en ese lugar quizá ese instante no se volverá a repetir nunca jamás…

Hay una imagen inédita de caminar por sendas angostas y húmedas contemplando la enorme riqueza del universo natural vivo que te rodea y que nunca bajo ningún concepto hubieras intuido si no fuera porque un individuo curioso y sensible se detiene a cada paso para descubrirte las enormes maravillas de la naturaleza…

Hay una imagen, imaginada esta, de unos jóvenes en los años 80 que buscaban trepar por las paredes escarpadas de los montes para encontrar un poco de luz, disfrutar, experimentar, arriesgar, vivir, sin más protección en los pies que la propia piel que los envuelve, fruto de las carencias propias del lugar y del momento; no había obstáculo posible que frenara la ilusión…

Hay una imagen del sentimiento que esconde una persona que ha buscado en un momento de su vida construir un futuro lejos de su lugar de origen, y su país, en lugar de compartir su ilusión, le recompensa con el castigo, cerrándole las puertas …

Hay una imagen reflejada en una expresión que recoge toda la química que puede generarse entre varias personas en unos pocos días inesperados o no previstos de convivencia: ‘¡Ya tu sabe!’ ¡Cuánto se puede decir con tan poco!

Hay una imagen de ilusión permanente, de búsqueda de nuevos horizontes que le lleva a uno a engalanarse en las cepas de los árboles del Parque de Collserolla, en lo alto de Barcelona, para investigar lo que pocos, muy pocos, perciben, sienten ni intuyen en el espacio urbano que hay a los pies del monte, un universo diminuto, una fauna tan variada como heterogénea de seres vivos que pasan desapercibidos para el común de los ciudadanos y que –parece ser- tienen un rol particular en el equilibrio del ecosistema natural.

La ausencia de calzado no fue inconveniente para que aquel joven trepara por las paredes de los mogotes cubanos, las dificultades económicas no parecen suponer inconveniente alguno para que este ‘joven’ siga resolviendo los interrogantes de la ciencia, para seguir dando forma a la ilusión, para conocer mejor el mundo en que vivimos, para protegerlo, para, a pesar de los pesares, seguir abrazando a este mundo tan apasionante…, y a este amigo tan impresionante.

NOTA: el contenido y sentido de este texto está ‘encriptado’, algo parecido a lo que sucede con la jerga científica, indescifrable toda ella habitualmente, y que sólo lo podrá ‘’desencriptar’ el destinatario del mismo y, cómo no, la exquisita persona que con su arrope y compañía le abraza en su vida…, ¡y que incluso es capaz de subirse a los árboles por él!

Iñaki